QUÉ HAREMOS los que nunca
saldremos en portadas de lujo,
los que gastamos tan sólo calderilla
y los que no atamos los versos
en líricas reales octavillas.
Los que no compramos más obra
que la del pintor sin corte
los que leemos la prensa gratuita.
Los que nunca fuimos a París,
ni sabemos lo que es volar en busines
porque somos turistas de bajo coste.
Qué haremos los que nunca tendremos
una foto con el rey o el ministro
los que no conoce ni cristo
porque trabajamos a turnos
o a destajo, en la obra de vivir
sin esperar más lujo
que hacerlo a pierna suelta.
Qué haremos los que creemos
que vivir es posible sin explotar a nadie
y que no hay más ganancia
que la de reconocernos siempre
cuando miremos al otro.
Qué haremos los que nunca
justificamos la guerra
aunque pongan banderas
en nuestro territorio.
Qué haremos los idiotas
que aún tenemos fe
en la naturaleza humana
contra los tiburones y las alimañas
que habitan la tierra
y los que abrimos puertas
en cada esquina
y dejamos la ventana abierta
como en noche de reyes,
cada día del año, sin zapatos, sin carta,
por sólo el placer de la espera.
saldremos en portadas de lujo,
los que gastamos tan sólo calderilla
y los que no atamos los versos
en líricas reales octavillas.
Los que no compramos más obra
que la del pintor sin corte
los que leemos la prensa gratuita.
Los que nunca fuimos a París,
ni sabemos lo que es volar en busines
porque somos turistas de bajo coste.
Qué haremos los que nunca tendremos
una foto con el rey o el ministro
los que no conoce ni cristo
porque trabajamos a turnos
o a destajo, en la obra de vivir
sin esperar más lujo
que hacerlo a pierna suelta.
Qué haremos los que creemos
que vivir es posible sin explotar a nadie
y que no hay más ganancia
que la de reconocernos siempre
cuando miremos al otro.
Qué haremos los que nunca
justificamos la guerra
aunque pongan banderas
en nuestro territorio.
Qué haremos los idiotas
que aún tenemos fe
en la naturaleza humana
contra los tiburones y las alimañas
que habitan la tierra
y los que abrimos puertas
en cada esquina
y dejamos la ventana abierta
como en noche de reyes,
cada día del año, sin zapatos, sin carta,
por sólo el placer de la espera.
Begoña Abad.
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