En un mundo paralelo, cuando me preguntan qué espero de la vida, respondo que una casa en las montañas. De tamaño promedio, fachada rústica, con chimenea y libros por doquier.
También respondo que espero habitarla con alguien. Bajar al mercadito, disfrutar del olor que expide el pan caliente y aprender a hacer el desayuno. Escuchar las historias que cuentan los abuelos. Trabajar duro pero sin consumirme. Escribir, pintar con acuarelas, hacer el amor a las seis de la tarde. Compartir las cervezas (y también el silencio mientras cada quien se dedica a lo suyo).
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