Hay un pueblo que madruga para ir al trabajo y a clase. Un pueblo que encabeza las donaciones de órganos para trasplantes. Un pueblo que paga sus viñetas. Un pueblo que sabe responder a un brutal atentado con entereza. Un pueblo que ha conseguido uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo.
Un pueblo que cocina de lujo para todos los bolsillos. Un pueblo que se divierte sanamente. Un pueblo que no destroza ciudades con motivo de un partido de fútbol. Un pueblo que sabe ver el futuro de las energías renovables. Un pueblo que condena la violencia machista. Un pueblo que se rebela contra las tradiciones asilvestradas. Un pueblo que dona voluntad y alimentos. Un pueblo que acoge niños saharauis. Un pueblo que atiende a sus mayores cuando lo requieren. Un pueblo que no se doblega tan fácilmente. Un pueblo que resiste, que insiste una y otra vez en resistir.
Pero un pueblo también puede arrojarse alegremente una cosecha de tomates durante una fiesta declarada de interés. Un pueblo puede maltratar animales hasta la ensañación. Un pueblo puede convertir una cita santoral en ocasión para meter mano impunemente a las chicas.
Un pueblo puede votar a los dirigentes más aviesos. Un pueblo puede participar en la orgia del despilfarro. Un pueblo puede ignorar a las víctimas de su guerra civil.
Un pueblo puede entretenerse con el programa más indecente de los anales.
Un pueblo puede mirar para otro lado en el que no están los refugiados. Un pueblo puede colocar concertinas para que se dejen la vida los que huyen de la muerte. Un pueblo puede blasfemar a pocos metros del altar. Un pueblo puede timar al personal desde las altas esferas del Estado.
Un pueblo puede envenenar su río y su marisma con vertidos consentidos. Un pueblo puede regalar la costa a los especuladores. Un pueblo puede permitir detenciones por participar de manera pacífica en una protesta. Un pueblo puede aplaudir reformas laborales que esclavizan. Un pueblo puede construir aeropuertos para nadie. Un pueblo puede recortar la sanidad, la educación, la dependencia, la dignidad, hasta desangrarlas. Un pueblo puede pagar millones de euros a un futbolista para que no los declare…
Juanjo Barral.
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