-Papá -dijo-, ¿no podrías comprarme algún libro?
-¿Un libro? -preguntó él-. ¿Para qué quieres un maldito libro?
-Para leer, papá.
-¿Qué demonios tiene de malo la televisión? ¡Hemos comprado un precioso televisor de doce pulgadas y ahora vienes pidiendo un libro! Te estás echando a perder, hija...
“El señor Wormwood conectó el televisor. La pantalla se iluminó y el programa comenzó a atronar la habitación. El señor Wormwood miró a Matilda. Ésta no se había movido. Estaba entrenada para cerras los oídos al espantoso sonido de la temible caja. Siguió leyendo y eso, por algún motivo, enfureció a su padre. Puede que su enfado aumentara al ver que ella disfrutaba con algo que no estaba a su alcance:
-¿No dejas nunca de leer?- preguntó bruscamente”.
Y así, Matilda nunca dejó de leer, enseñándonos que la soledad en la vida puede ser muy bien aprovechada.
Matilda - Roald Dahl
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