El aura
de impunidad de Francisco Franco ha sido una constante en nuestra historia más
reciente. Después de una transición marcada entre otras cosas por una ausencia
alarmante de responsabilidades y cualquier tipo de depuración política, la
jueza argentina María Servini de Cubría se ha propuesto la (posible) comisión
de hechos tales como genocidio y crímenes de lesa humanidad: torturas,
asesinatos y desapariciones cometidos en
España en el período comprendido entre el 17 de julio de 1.936 y el 15 de junio
de 1.977 (fecha de las primeras elecciones parlamentarias libres y
pluralistas). Víctimas y familiares buscan en los tribunales
argentinos un apoyo y reconocimiento que no han logrado conseguir en un país
que los ha venido invisibilizando e ignorando sistemáticamente. La tolerancia que nuestro sistema político ha llevado a cabo es en sí misma "intolerable"; 40 años de dictadura, miedo, violencia y muertes silenciadas apoyándose en la excusa que tanto gusta a un determinado sector como es el de "no abrir viejas heridas". Pero las heridas están ahí y fueron precisamente ellos los culpables.
La justicia de Argentina y el caso abierto durante esta última semana es sin lugar a dudas un avance notorio y significativo; un paso más en una lucha que no debe cesar hasta ser ganada: sin pasar página.
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