“Si el feminismo hubiese sido un movimiento para la igualación de las mujeres con los hombres, por el incremento del acceso de las mujeres al trabajo remunerado casi habría cumplido con su cometido. Hay soldadas, geólogas y metalurgas, así como hay médicos, maestros y enfermeros. El sistema afirma que trabaja para que las mujeres dejen de sufrir mutilaciones genitales por motivos religiosos-culturales en África, tengan acceso a la propiedad en Europa y ya no sean asesinadas por familiares en nombre del honor del padre o el marido en Asia. No obstante, en la parte más rica del mundo, las que han pasado por la universidad pelean como hombres la inclusión en un mercado de trabajo volátil y sin derechos y las migrantes se re-feminizan encargándose de los cuidados indispensables para la vida de infantes, personas enfermas y ancianos. En muchas ocasiones ambos grupos de mujeres son madres que no pueden ejercer su maternidad, unas por los alargados horarios del trabajo sin derechos, otras porque han dejado a sus hijos en los países de orígenes. Su rivalidad de clase no les permite en la mayoría de los casos reconocerse en una condición común, que podrían modificar sólo uniéndose.”
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