Si descontamos vacaciones, fiestas y fines de semana, no había día que no pasara por sus manos un libro maravilloso. A pesar de todo, Belikov, el bibliotecario, sólo leía tratados de archivística: textos que le enseñaban a ordenar volúmenes, a catalogar según naturaleza y asunto. El día en que el terremoto afectó a la biblioteca, no le afligió que se perdiera “El Quijote”, que “La Odisea” quedase inservible, o se dañaran “Lord Jim" y “La isla del tesoro”. Su única preocupación radicaba en que se habían desordenado los libros.
Rafael Camarasa
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