miércoles, 20 de abril de 2016

Al menos una vez.

"Todo el mundo debería de morir para estar vivo, al menos una vez en la vida"



Y entonces vas y te atragantas
con un hueso de pollo y,
joder
joder
que me muero.
Que no hay aire.
Que me pongo morado como una aceituna
Que caigo al suelo redondo como una pelota de playa
Que ya no me levanto.

Nuca más.
Imagina.
Hace un día perfecto.
Brilla el sol y toda
esa mierda que decimos los poetas.
Imagina que de pronto
un meteorito
cayera sobre ti. Así. De pronto, que de pronto,
te aplastara en mitad de la cola del supermercado.
Así.
¿Quieres escucharlo?
¡Plaff!
Ya esta.
No es para tanto.
El Universo es muy cabrón, no creas, a veces.
Imagina.
Imagina que Godzilla invade tu ciudad,
que un borracho se cruza en tu camino a
ciento cincuenta kilómetros por hora, imagina
que
tu ex te mete cuatro navajazos.
Al menos sales en la tele.
Imagina que el médico te dice,
eso.
De ya a mañana.
Y te pudres.
Y la gente a la que amas,
se va perdiendo en la distancia como un barco.
Imagina que el agua se acaba.
Toda esa sed.
Tanto coleccionar cosas inútiles, para nada.
Y seguro que sabes que todo se acaba,
Imagina,
las lombrices y esos insectos pequeñitos
-no sé cómo se llaman-
comiéndoselo todo
poco
a
p
o
c
o.
La más absoluta oscuridad.
Imagina.
No tienes cojones.
Porque entonces tendrías que vivir,
de otra manera.
Automáticamente.
Saldrías a la calle a buscar con las manos el Sol.
Te bañarías desnudo en la playa. A la luz de la Luna.
Siempre he querido hacer eso.
Y follar como un loco.
A la luz de la luna.
Y gritar
te amo
te amo
te amo
y
me estoy corriendo vivo.
Abrazarías a la gente por la calle.
A la gente bonita con cosas en los ojos.
A los árboles.
A tu perro.
Llamarías a tu padre.
Hablarías con él.
Aunque lleve muerto veinte años.
Le llamarías.
Ningún pecado dura tanto.
Correrías detrás del viento.
¿Por qué?
Porque sí, todo el mundo lo sabe.
Lo amarías todo.
Porque todo es lo mismo,
el borde de una mesa y
el último modelo de Ferrari o el lomo
de un cocodrilo.
Las arañas y los besos, la ciénaga
y aquellas bragas que te ponías sólo para mí.
Kansas y las luciernagas.
Cualquiera de esas estrellas,
y tú.
Te pondrías el pelo de azul.
Y mañana de verde.
Y el otro de rojo todavía estoy aquí.
De qué rico está este chocolate.
De no me quiero ir nunca de aquí.
De quiero una cuchara de postre,
para comérmelo todo
todo
todo.

Billy MacGregor.



Emma Summerton

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