A veces no es suficiente mirarse en los espejos, pues estos mienten. Te devuelven la arruga impresa de la almohada en vez del sueño que tuviste; te subrayan sin piedad cada estría en vez de regodearse en la vida que alberga. Hacen que te mires un poco desde abajo, un poco en oblicuo, un poco a trasluz, como si fueran incansables paparazzis, que te exigen la mejor cara, la mejor pose, la mejor sonrisa…
Los espejos están llenos de ojos ajenos. Pueden reflejar el cuerpo, pero no el alma. Sirven si necesitas peinarte, pero… ¿a qué superficie brillante podemos mirar cuando necesitamos ver el reflejo de nuestra alma?.
Alina Zarekaite
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