Hubo un
hombre que amaba tanto a su mujer que el día que murió hizo
incinerarla y luego puso sus cenizas en un reloj de arena. Todos
sus allegados le preguntaban el porqué de tal locura, a lo que él
siempre respondía:
—Quiero
seguir pasando las horas con ella.
Ángel
Fabregat
No hay comentarios:
Publicar un comentario