lunes, 17 de octubre de 2016

El efecto Quijote.

Parecía buena idea: un chip intracerebral, un puerto USB y cualquiera podía enchufarse un libro electrónico e inyectarse en segundos el manual de la lavadora, el periódico, la Biblia o la Iliada. Pero hubo un fallo: saturaron el filtro de la fantasía, el mecanismo por el cual nuestra mente diferencia lo real de lo ficticio. Ahora las calles están llenas de Julietas suicidas, D’artagnanes retadores, Ulises cegando Polifemos; y hétenos aquí, tú y yo, mi buen Sancho, solos para detener tanta barbarie.

Miguel A.Román.



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