William Faulkner en su novela “Las Palmeras Salvajes” hizo decir a uno de sus personajes: “Si tuviera que elegir entre el dolor y la nada, elegiría el dolor”. Quizás la sensación de no saberse amado, de no tener nada, de vivir en un vacío emocional, intelectual y sensorial es mucho peor que el dolor que, de alguna manera, nos significa que estamos vivos.
El psicoterapeuta Claude Steiner, desarrolló una teoría denominada “La economía de las caricias”, donde pone de manifiesto, los efectos que produce en el ser humano, crecer, desarrollarse y vivir, dependiendo de la abundancia o escasez de signos afectivos.
Es obvio que no sólo vivimos de pan, ni tan solo de aire ni de agua. Para sobrevivir, para crecer, necesitamos el afecto, la ternura, la caricia, la mirada, la palabra, el gesto, el contacto del otro. Somos seres sociales por naturaleza.
Sabemos que una buena parte de las enfermedades psicológicas de Occidente, tienen como causa principal la ausencia de amor: depresión, neurosis, ansiedad son generados de alguna forma por esta carencia Steiner aseguraba que las caricias eran imprescindibles para sobrevivir.
Si carecemos de ellas, del contacto físico, un mecanismo interno estaría dispuesto a conseguirlas a cualquier precio concluye este especialista, incluso aceptar caricias negativas, ante la idea de no recibir ninguna.
Faulkner ya escribió: preferimos el dolor a la nada, la bofetada a la ignorancia, la pena al vacío, el desprecio a la indiferencia, el grito a la apatía. No debiéramos olvidar, que nacemos hombres y mujeres pero nos convertimos en humanos gracias a la caricias, a la ternura, a la compasión, al afecto.
Alex Rovira
Sara Herranz
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