Adiós, dulces amantes invisibles,
Siento no haber dormido en vuestros brazos.
Vine por esos besos solamente;
Guardad los labios por si vuelvo.
Fragmento de He venido para ver
Hoy se cumplen 50 años de la muerte de Luis Cernuda en su exilio mexicano. Leía en uno de los tantos artículos que se están dedicando a su figura que en realidad "Cernuda somos todos": cada poeta español de las últimas décadas ha tenido el suyo particular: Pablo García Baena, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Francisco Brines, Luis Antonio de Villena, Jenaro Talens, Guillermo Carnero, Juan Luis Panero, Fernando Ortiz, Antonio Colinas, Luis García Montero, Carlos Marzal, Manuel Vilas, José Luis Piquero... Y quizás sea cierto; quizás todos llevemos parte de su realidad y su deseo.
Luis Cernuda y amigos (archivo de la Residencia de Estudiantes)
La Generación del 27: Alexaindre, Cernuda y Lorca.
Fue enterrado el 6 de noviembre por la mañana en el Panteón Jardín del cementerio de México, donde yacen otros españoles del exilio. El jardín de la memoria dispersa, heterodoxa, de la otra España o de la España que no pudo ser. Según el inventario fúnebre, el poeta se encuentra en la fosa 48, fila 4, sector C. En la lápida: "Luis Cernuda Bidou. Poeta. Sevilla 1902-México 1963". Como él escribió un día: "Nadie podrá ya evocar para el mundo lo que en el mundo termina contigo".
Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.
Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.
(Fuente: Luis Cernuda, Antología poética. Alianza, Madrid 2002)
Vicente Aleixandre y Luis Cernuda (1990), acrílico sobre lienzo de Herminio Molero
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