Cuando dejas de creer en ti,
algo se apaga en el país de los espejos
que muestran tu verdad.
El resto de los cristales mienten por envidia,
y solo existen si los miras.
No vas comerte el mundo,
quizás,
pero el mundo está esperando tus mordiscos.
Yo también,
por motivos similares y diferentes.
Si ya eres todo lo que eres,
sin saberlo,
cuando sepas,
sólo te frenarán tus propios frenos,
y nada te hará caer, salvo tus zancadillas.
Y allí estaré, con el brazo tendido,
aunque tu tacto queme,
para levantarte de un suelo
que no merece tu caída,
compañera de tanto,
cómplice de este atraco a mano amada
que es la vida
si se vive de verdad,
sin creer en los espejos,
que son siempre
la frontera
de los otros.