Nunca. Nunca te puso la mano encima.
Nunca te puso la mano encima, pero solamente había pasado un mes, y el amor se convirtió en infierno.
Nunca te puso la mano encima, pero pronto te convertiste en un objeto que podía usar y desechar cuando deseara.
Nunca te puso la mano encima, pero decir basta tenía consecuencias.
Nunca te puso la mano encima, pero si decidías ponerle fin, eras una imbécil, una estúpida, una gorda…
Nunca te puso la mano encima, pero si no era él, no iba a ser nadie, ¿quién te va a querer a ti?
Nunca te puso la mano encima, pero si no estaba él en tu vida, no estaría nadie, ya se encargaría él de eso.
Nunca te puso la mano encima, pero silencio tus gritos de socorro.
Nunca te puso la mano encima, pero si le cuentas algo a alguien eres una niñata de papá.
Nunca te puso la mano encima, pero al verte llorar de dolor una sonrisa se dibujaba en su rostro.
Nunca te puso la mano encima, y como nunca lo hizo, tú le perdonabas.
Nunca te puso la mano encima, porque de repente, ya no eras imbécil, ni estúpida, ni gorda, ni una niñata de papá. Eras su vida, su amor, su todo.
Nunca te puso la mano encima. Pero durante años te creíste imbécil, estúpida, gorda, sin derecho al amor, sin derecho a la amistad, una niñata de papá.
Nunca te puso la mano encima, pero cada palabra, cada desprecio, cada amenaza, era un puñetazo directo a tu corazón.
Nunca te puso la mano encima, pero, poco a poco, te mató.
Nunca, nunca, nunca.
Nunca permitas ser un objeto, eres un ser humano.
Nunca calles un “basta”, mereces una vida mejor.
Nunca dejes de sentirte digna y merecedora de amor.
Nunca vas a estar sola, tu gente sigue a tu lado.
Nunca temas pedir ayuda, eres fuerte y valiente por ello, te van a ayudar.
Nunca perdones a quien nunca te amó, pues seguirá sin amarte.
Nunca olvides lo que vales, lo que mereces. Nunca olvides tus derechos. Nunca olvides tu dignidad. Nunca te rindas. Nunca calles. Nunca dejes de amarte.
Violencia contra ti, nunca.
Marta Ramón
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