La felicidad no se encuentra con mucho esfuerzo y voluntad,
sino que reside ahí, muy cerca de la despreocupada tranquilidad.
No te inquietes; no hay nada que hacer.
Todo lo que se surge en la mente no tiene ninguna importancia,
porque no tiene ninguna realidad.
No te enganches pues, no juzgues, no te juzgues.
Deja que el juego de las apariencias se haga por si mismo,
se eleve y caiga, sin cambiar tu identidad,
pues todo se desvanece y surge de nuevo sin cesar.
Solamente la búsqueda de la felicidad es lo que nos impide tenerla.
Es como si uno persigue el arco-iris, sin saber que nunca podrá alcanzarlo,
porque es una ilusión óptica y se mueve con su mirada.
Aunque la paz y la felicidad no existan como un lugar concreto,
están siempre ahí, contigo en todo momento.
No creas en la realidad de los pensamientos, buenos o malos;
son como el arco-iris, una ilusión.
Al querer agarrar lo inasible uno se agota en vano,
pero cuando se abandona este intento, el espacio queda ahí mismo;
abierto, hospitalario y acogedor.
Aprovecha esa espaciosidad natural de la mente, llena de serenidad y sabiduría.
Todo está ya en ti. No busques más.
No vayas a buscar a la jungla salvaje
el tesoro que ya tienes en tu propia casa.
Nada que hacer o deshacer.
Nada que forzar ni Nada que desear
porque Nada falta.
¡Esa es la verdadera maravilla!
Y todo esto funciona por si mismo.
Canto Vajra
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