“Si se me permite una sugerencia, nunca, en ninguna circunstancia preguntes “cómo”. Cuando utilizas la palabra “cómo”, lo que realmente deseas es que alguien te diga lo que debes hacer, deseas una guía, un sistema, buscas a alguien que te lleve de la mano; y, así, pierdes tu libertad, tu capacidad de observar tus actividades, tus pensamientos, tu estilo de vida. Cuando preguntas “cómo”, en realidad te conviertes en un ser de segunda mano, pierdes integridad y también la innata honestidad de mirarte a ti mismo, de ser el que eres y de ir mucho más allá de lo que eres. Nunca, nunca preguntes “cómo”. Está claro que hablamos desde el punto de vista psicológico. Uno debe preguntar “cómo” cuando quiere montar un motor o construir un ordenador; tiene que aprender recurriendo a otra persona. Pero uno sólo puede ser psicológicamente libre y original cuando es consciente de las propias actividades, cuando está atento a lo que piensa y nunca deja que se escape un solo pensamiento sin observar su naturaleza, su origen. Observar, vigilar. Uno aprende mucho más sobre sí mismo observándose que a través de libros, o de un psicólogo, o de un hombre de letras o profesor, erudito, ingenioso y complicado.”
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