He llegado a pensar que, después de todo, la conciencia es simultáneamente nuestro cielo y nuestro infierno. El famoso juicio final lo llevamos aquí, en el pecho. Todas las noches, sin ser conscientes de ello, enfrentamos un juicio final. Y es de acuerdo a su dictamen que podemos dormir tranquilos o revolcarnos en pesadillas. Ni Salomón ni psicoanalista. Somos juez y parte, fiscal y defensor, qué más remedio. Si nosotros mismos no sabemos condenarnos o absolvernos ¿quién será capaz de hacerlo? ¿Quién tiene tantos y tan recónditos elementos de juicio sobre nosotros mismos como nosotros mismos? ¿Acaso no sabemos, desde el inicio y sin la menor vacilación, cuándo somos culpables y cuándo inocentes?
Mario Benedetti
Will Kurtz
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