Qué suerte, estar de paso:
no para siempre aquí.
No ser montaña.
No ser catedral gótica.
No ser el Sol,
la Luna,
el núcleo de la Tierra...
Ser tan sólo una efímera combinación de átomos.
(Quizá ellos sean eternos pero mi forma no.)
Como mucho unas décadas y luego diluirme,
acabarme,
apagarme.
Ser fuego que se extingue,
espiga que se agosta,
nube que se disipa.
No ser el barco, sino
un pasajero a bordo que en algún puerto baja.
Cruzar como un turista,
un huésped,
un viajero;
no un residente fijo,
no un vecino afincado aquí a perpetuidad.
Ser de paso: qué suerte.
Saiz de Marco
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