''Recomendamos por su seguridad mantenga el cinturón de abrochado en todo momento''.
Estoy harto de las voces metálicas enlatadas que salen de los sucios altavoces.
Estoy harto de que me recomienden, de los cinturones y de la seguridad.
Estoy harto de las normas, también de las que son absurdas y sobre todo de las innecesarias.
Pero estoy especialmente harto de la letra pequeña; de los que van por la espalda, que te ofrecen paraísos terrenales en islas desiertas y luego las llenan de víboras para que coman tu cuenta corriente, por cierto, también estoy harto de las cuentas corrientes, de lo corriente, en general.
Harto del conformismo, del ''saber estar y comportarse'', del ''estudia si quieres ser alguien'' del ''niño, deja ya de joder con la pelota''. A ver cuando nos enteramos de que joder es necesario para salvaguardar la especie.
Harto del neoliberalismo, del abuso de autoridad, de las prisas, harto de los competentes y las competiciones, de la comida basura, de la ropa de marca y los televisores de plasma, del toque de queda.
Harto del modernismo, de los clichés y las modas, de los clones, de la burocracia y los tecnócratas.
Harto de la justicia robada, de las verdades compradas, de los informativos, de los debates de la televisión, de los partidos de la televisión, de las series de televisión, de la televisión.
Hasta los huevos de los plenos del congreso y del congreso, de los congresistas y de alimentar con mi sudor a toda su familia.
Hasta los ovarios de este machismo de base, del pánico a las mujeres libres y de los que juegan a privatizar sus úteros.
Harto de no beber en los parques, de no fumar en los bares y de quitarle el mono a policias drogadictos con mis canutos y aguantar su prepotencia. De la prepotencia y de la falta de todo: de amor, de besos, abrazos, arañazos, sonrisas, miradas complacientes, miradas sexuales, miradas furtivas, miradas, de comunicación, de sexo, de sentido común, de sentido, de paz.
Harto de la apariencia, de la gente que 'va de' y no es absolutamente nada. De los medios de informarción, de las radio-fórmulas. Harto de acumular y acumular, de comprar y comprar, de gastar y tirar.
Harto del ''acuéstate temprano'', ''no fumes'', ''no te drogues'', ''come a tu hora'', ''portate bien'', ''cuidate''... Que no me cuido, joder, que no quiero vivir hasta los ochenta para jubilarme a los sesentaysiete , que muy bien lo tenéis que pasar en el asilo los que os torturáis cuidadosamente de críos.
Harto de la seriedad, de la puntualidad, del tiempo, los relojes, los horarios, las horas y todo lo que coarta mi libertad de decidir qué y cómo en cada momento. Harto del amor cursi, de casarse (porque sí), del amor insano, de tener hijos (porque así ha de ser). Harto de la unilateralidad del amor y de su lucha de egos, harto del amor que te venden en las marquesinas y cumplís a raja-tabla.
Harto del s.XXI y de las luces, de las casas que joden las primeras líneas de playa, de los eufemismos y de los que siempre quieren quedar bien (por encima de todo).
Harto del miedo que nos infunden y no nos deja follar tranquilos.
Harto del Rey, de la reina, del principe, de las infantas, de sus primos, sus cuñados, sus tíos, sus yernos, sus abuelos y todos sus muertos. De la realeza y de los vagos que viven a costa del resto.
De la heteronomía hasta los treinta, de los colegios de curas, de los curas y sus curas. De las multinacionales, de los monopolios, de los empresarios, de las empresas.
Harto de la jerarquía, de la oligarquía.
Harto de la democracia.
Harto del ''tú no debes'' mucho más del ''tú no puedes''.
Harto de los genocidios que permite dios y que avalan las superpotencias, harto de las superpotencias.
Harto de la falta de solidaridad, de la escasez de altruísmo.
Harto de no poder sonréir a la gente cuando paseo porque o están mirando a su smartphone o se van a sentir agredidos.
Harto de que le hayamos robado la plenitud a la vida.
Harto de ser cómplice de todo esto.
Harto de no saber cambiar nada sin el resto.
Harto de estar harto.
Harto.
Fotografía: Serkant Hekimci
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