miércoles, 11 de diciembre de 2013

¿Qué ocurriría si...?

Diego Álvarez Miguel es un ovetense nacido en 1990 que se hace conocer bajo el pseudónimo de Horacio Holiveira, en homenaje al protagonista de 'Rayuela', la famosa novela de Julio Cortázar. Joven y poeta, se encarga de la escritura del blog "La última vez que te robé París" en el que publica textos que son una auténtica delicia. Hoy me quedo con este, pero vendrán más. 



¿Qué ocurriría si te enamoraras de un escritor? 
Pues podrían pasar un montón de cosas. Ya ves. De bueno te vas a enamorar: de un escritor. Del ser más impredecible. Del humano (o pseudohumano) menos lógico, menos razonable. Podría uno, por ejemplo, llevarte el desayuno a la cama o, en cambio, ignorarte del mismo modo durante días (no solo en la cama, quizás en todo excepto en la cama). Podría uno mismo, por ejemplo, llevarte el desayuno a las tres de la mañana o a las tres tratar de hacerte el amor. Quizás a las cuatro. Tal vez en el postre o después del almuerzo. Hacerte el amor cada vez que le invada el insomnio de la misma forma que olvidar, cuando el sueño contraatacara, despertarte a la hora en la que la alarma aporrea la pared del ensueño para ir al trabajo. Llegarías tarde. O no, y una vez en el trabajo una llamada de casa te reclamaría para que vieras la araña que hay sobre el radiador. O no, y no habría llamada. No habría ni siquiera más palabras cuando descubriera que no has leído Rayuela. Te dejaría, quizás. Podrías, por ejemplo, salir del trabajo y al tratar de echar mano a los últimos ahorros te encontrases en su lugar bolsas con diferentes tipos de jabones y de chinchetas y de cosas que solo para un escritor resultarían de vital importancia. Por un momento. Lo que dura una vida. O te encontrarías con que tus libros de texto han desaparecido y han sido empeñados por unos pocos céntimos necesarios para más jabones o más chinchetas. Ay, dichosa seas si te enamoras de un escritor, porque nadie en su sano juicio lo haría, nadie, y sin embargo nada podría hacer a nadie más feliz que encontrar notas en sus bolsillos, o estrellas hechas de papel, o todo el amor del mundo en las dobleces de la papiroflexia. Bien es cierto que podrías encontrar también en tus bolsillos un montón de post-it mojados, tal vez tu móvil estropeado, quizás una carta importante de América, no sé, pero es que nunca un escritor revisa lo que mete a la lavadora. La vida es muy corta para eso. Para eso y para enseñar a bailar a las feas. Pero eso es otro tema. 

¿Qué ocurriría si un escritor se enamorara de ti? 
Esto, al contrario de lo que pueda parecer, es un poco más predecible, pues encontrarías, entre otras cosas, tu collar de pequeños cristales y azabache colgado en el cuello de alguien (una mujer rica, una mujer pobre, una…) que espera en la parada de un autobús de tinta. Encontrarás, por ejemplo, que tus zapatos favoritos han desaparecido y ahora alguien (una princesa en Cartago, una vendedora de hechizos en Gadir) los lleva puestos en un poema. El reloj que siempre llevas, el reloj que tienes pero que nunca llevas, el hecho de que nunca hayas llevado un reloj: de pronto serán hechos que pertenecen a la historia de alguna cortesana que nunca has conocido. Y que ahora eres tú. Y que más tarde seguirás siendo tú. Aunque no seas tú. Aunque se atusen el pelo a la manera que tú lo haces (y no, no tu pelo) y respiren como habrías de respirar los días de bochorno. Aunque usen tus mismas palabras y coletillas, tus coloquialismos y tus términos científicos. Ellas, esas alumnas en Marte o en Alejandría, a veces protagonistas, otras narradoras, otras villanas, serán todas tú y no y todas se rascarían la nariz como tú sueles. Los libros se convertirán en espejos que no necesitan tenerte enfrente. Tratarás de verte en los poemas donde alguien lleva más o menos tu nombre o tiene más o menos tus gustos o nunca ha leído Rayuela. Esos poemas y esas historias pertenecen al viento ¿a quién si no? Y son como el viento y nunca sabrás qué es lo que viene o qué es lo que se ha ido. Nunca sabrás si en otras páginas que quizás nunca leerás aparecerás o no y no hay forma de saberlo. Y no hay forma de borrarlo. Incluso cuando te vayas seguirás ahí formando parte del siempre. 
Si un escritor se enamora de ti, tendrás la suerte o la desgracia de no morirte jamás.

(Fotografía: Debbie Carlos)

No hay comentarios:

Publicar un comentario