Ser un aliado del feminismo es no mantener silencio cuando ves a un compañero de clase o de trabajo abusando de su poder o agrediendo verbalmente a una compañera. Es no fingir que no ves cómo tu amiga o tu vecina se muestra violenta o se incomoda ante las palabras o actitudes de tu amigo o de tu vecino. Es dejar de lado lo que pueda suponer para ti enfrentarte a tus propios amigos en estas situaciones y centrarte en que ya has callado suficiente tiempo miles de escenas similares: estar convencido de que no quieres pasar por alto ninguna más. Porque permanecer estático no deja la situación como si tú no hubieras estado, tu silencio no es inocuo, sino que te convierte en cómplice: con tu indiferencia estás perpetuando y fomentando el machismo, con todo lo que eso conlleva: acoso, abusos, agresiones... El machismo se nutre de la complicidad del resto. El machista rara vez es reprendido por hombres y se hace fuerte con la presencia y consentimiento de otros.
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