"El 23 de febrero las argentinas María José Coni, de 22, y Marina Menegazzo, de 21, fueron encontradas muertas cerca de Montañita, una localidad turística de Ecuador y, aunque se detuvo a dos hombres por el crimen, los familiares de las víctimas no creen que sean los asesinos. El caso cobró resonancia internacional y los medios se hicieron eco de la muerte de estas mujeres “que viajaban solas”. Pero ¿no eran dos? ¿Qué les faltaba para ser juntas y no solas: un macho alfa, un varón rampante? A través de entrevistas con pobladores de la zona se analizó su comportamiento: cómo vestían, si tomaban alcohol. Urgía saber si eran busconas con la falda demasiado corta: urgía saber si se lo habían buscado. A comienzos de marzo la subsecretaria de Turismo de Ecuador, Cristina Rivadeneira, dijo a DPA, en el estand de Ecuador de la feria de turismo ITB de Berlín: “Yo soy mamá. A estas chicas seguro que les iba a pasar eso en cualquier lado porque de ahí se iban a ir haciendo dedo hasta Argentina (...) les iba a pasar algo tarde o temprano”. Según Rivadeneira, el destino de toda mujer que decide hacer dedo es la muerte segura. Renunció a su puesto apenas después, diciendo: “Me disculpo como madre e hija, mis expresiones no buscaron hacer daño a nadie”. ¿Un ministro se disculpa “como padre y abuelo”? ¿Por qué disculparse “como madre e hija”? Quizás porque en el fondo, aunque haya renunciado, sigue creyendo en las cosas que se desprenden de lo que dijo: que una mujer es, ante todo, un reservorio de huevos para fabricar embriones; un ser endeble que, si tiene la ocurrencia de salir al mundo, enfrenta más posibilidades de ser cortada en postas que un varón. Quizás porque, como a tantas otras, así se lo enseñaron en su casa. E inevitablemente, como tantas otras, así lo enseñará a su descendencia. La cadena es infinita. El daño, interminable."
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