martes, 18 de febrero de 2014

Travesuras de la niña mala.

Claro que te quiero más que a ella y que a nadie, niña mala. Tú eres la única mujer, que yo he querido y quiero en el mundo. Y, aunque, me has hecho maldades me has dado también una felicidad maravillosa.



A los 70 años Mario Vargas Llosa escribió su primera novela de amor: "Travesuras de la niña mala", un relato que narra una pasión convulsa entre dos peculiares peruanos. Mientras el siglo XX da sus últimos coletazos se cuenta la historia de Ricardo, un adolescente de clase media alta limeño, del barrio de Miraflores, que desde que conoce a la 'chilenita', una niña de origen muy humilde, tiene su vida sentenciada. Esta es una novela que rompe con la narrativa habitual del autor a la que nos tiene acostumbrados sin perder, a mi juicio, su magistral prosa. Quizás más light que "La fiesta del Chivo" y "La ciudad y los perros" pero sin duda de nuevo imprescindible. Un placer. 

¿Cuál es el verdadero rostro del amor? Ricardo ve cumplido, a una edad muy temprana, el sueño que en su Lima natal alimentó desde que tenía uso de razón: vivir en París. Pero el rencuentro con un amor de adolescencia lo cambiará todo. La joven, inconformista, aventurera, pragmática e inquieta, lo arrastrará fuera del pequeño mundo de sus ambiciones. Testigos de épocas convulsas y florecientes en ciudades como Londres, París, Tokio o Madrid, que aquí son mucho más que escenarios, ambos personajes verán sus vidas entrelazarse sin llegar a coincidir del todo. Sin embargo, esta danza de encuentros y desencuentros hará crecer la intensidad del relato página a página hasta propiciar una verdadera fusión del lector con el universo emocional de los protagonistas. Creando una admirable tensión entre lo cómico y lo trágico, Mario Vargas Llosa juega con la realidad y la ficción para liberar una historia en la que el amor se nos muestra indefinible, dueño de mil caras, como la niña mala. Pasión y distancia, azar y destino, dolor y disfrute... ¿Cuál es el verdadero rostro del amor?


Me bastó verla para reconocer que, aún a sabiendas de que cualquier relación con la niña mala estaba condenada al fracaso, lo único que realmente deseaba yo en la vida con esa pasión con que otros persiguen la fortuna, la gloria, el éxito, el poder, era tenerla a ella, con todas sus mentiras, sus enredos, su egoísmo y sus desapariciones

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