domingo, 24 de abril de 2016

Hormiga en el asfalto.



Agosto, cuatro de la tarde. Casi cuarenta grados de temperatura. Una calle en obras, una profunda zanja lateral. La gran grúa mueve tierra y cascotes. En la soledad deslumbradora, un hombre espera el autobús. Se ha colocado un pañuelo sobre la cabeza, está inmóvil y siente brotar el sudor de toda su piel. Muy cerca se alza el pequeño surtidor de una cañería rota. El hombre descubre en la calzada un insecto minúsculo, acaso una hormiga solitaria que avanza en línea recta. El chorro de agua golpea contra un montón de arena y hace saltar piedrecitas que caen cada vez más cerca de la hormiga. El hombre piensa que aquel insecto avanza ciego hacia el punto en que una de las piedrecitas lo aplastará. En el silencio sólo se oye el ruido del pequeño surtidor fortuito, a sus pies, y el chirrido del contenedor de material que se bambolea en lo alto, justo encima de su cabeza.

Jose María Merino






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