martes, 31 de octubre de 2017

Quise ser.


«Una vez quise ser hombre
para casarme con mi hermana
que ya lleva tres divorcios.
Para amar a mis amigas
que en cada relación mueren un poco.
Quise ser hombre
para fecundar sus vientres,
no de hijos, sino de poesía,
vino tinto, relojes parados,
unicornios azules.

Para decirle a Josefina
cuanto admiro su forma de entregarse.
Para escribirle a Rosi
esas cartas que no llegan nunca.
Llamar por teléfono a Pilar
que espera tantas tardes.
Llenar de caricias prolongadas
el espacio de Beatriz,
que vive sola
y le tiene miedo a los temblores.
Quise ser hombre,
para amarlas a todas y no sentir más
el frío de sus lágrimas en mi playera,
ni mirarlas apagarse,
ni presenciar sus funerales
en sus ataúdes de treinta años.
Quise ser hombre
para invitarlas a volar el periférico,
a bailar descalzas porque el América
le ganó al Guadalajara,
para llevarlas del brazo hasta una cama
donde no tengan que fingir orgasmos.
Pero soy mujer y, aunque puedo
compartir con ellas la poesía,
escribirles cartas,
llamarlas por teléfono,
llenarlas de caricias prolongadas,
volar el periférico,
bailar descalzas,
secar su llanto,
tocar su alma…
No es suficiente.
No les alcanza.
Porque, desde niñas, aprendieron
que los hombres son un premio
al que hay que amar,
sin importar si ellos las aman.»

 Rosa María Roffiel


lunes, 30 de octubre de 2017

M.Kenna.






Michael Kenna

domingo, 29 de octubre de 2017

Una casa en un árbol.

Los mejores consejos son los que no se dan

y los besos más dulces siempre están por venir,

de manera que todo lo que sigue

son tan sólo palabras y puedes olvidarlas:



Una casa en un árbol no es imprescindible

para sentirse pájaro y volar libremente;

ni siquiera las alas resultan necesarias

para cruzar el cielo en busca de aventuras.



Basta cerrar los ojos

y cada amanecer es un salto al vacío.

La vida te saluda al abrir las ventanas.

Al comenzar un libro inauguras el mundo.



Que todas las estancias de tu casa

dispongan de la lumbre necesaria

para que no tropiecen aquellos corazones

que se acerquen con frío a tu refugio.



Si un día se hace leña todo lo construido

y llegas a sentir que está el futuro en llamas,

no confundas cenizas con escombros.

Atrévete a saltar descalza sobre el fuego.



Javier Bozalongo. 



sábado, 28 de octubre de 2017

¿Para qué sirve la poesía?.


La poesía es resistencia, justamente contra este mundo tan sombrío en el que estamos viviendo de manera tan mercantilista, donde se nos quiere amputar el espíritu, donde se nos quiere uniformar para convertirnos en tierra fértil para cualquier autoritarismo. La poesía enriquece a quien la lee y le descubre espacios interiores que ignoraba tener y que por eso no tenía. Logra eso. En cuanto a la utilidad o no de la poesía, no sé si sirva en términos mercantiles; seguramente cualquier editorial te lo podrá responder. Pero lo que sí recuerdo es lo que decía un filósofo chino -no me preguntes su nombre porque no lo recuerdo- sobre esto: “Todo mundo habla de la utilidad de lo útil, pero nadie habla de la utilidad de lo inútil”.

Juan Gelman


viernes, 27 de octubre de 2017

jueves, 26 de octubre de 2017

miércoles, 25 de octubre de 2017

Paracaídas.

“Joseph Charles Plumb, era piloto de un bombardero en la guerra de Vietnam. Después de muchas misiones de combate, su avión fue derribado por un misil. Entonces, Plumb se lanzó en paracaídas, fue capturado y pasó seis años en una prisión norvietnamita. Cuando lo liberaron y a su regreso a Estados Unidos, daba conferencias relatando su experiencia vital, y lo que aprendió en la prisión.
Un día, Plumb estaba en un restaurante y un hombre lo saludó:
-“Hola, usted es Charles Plumb, era piloto en Vietnam y lo derribaron verdad?”
-“Y usted, ¿cómo sabe eso?”, le preguntó Plumb.
-“Porque yo me encargaba de plegar cada día su paracaídas. Parece que le funcionó bien, ¿verdad?”
Plumb casi se ahogó de sorpresa y con mucha gratitud le respondió.
-“Claro que funcionó, si no hubiera funcionado, hoy yo no estaría aquí.”
Cuando se quedó solo, Plumb no pudo dormir esa noche, meditando: no dejaba de preguntarse ¿cuántas veces vi en el portaaviones a ese hombre y nunca le dije buenos días?, yo era un arrogante piloto y él era un humilde marinero.”
Pensó también en las horas que ese marinero paso en las entrañas del barco enrollando los hilos de seda de cada paracaídas, teniendo en sus manos la vida de alguien que no conocía.
Desde entonces, Plumb comienza sus conferencias preguntándole a su audiencia:
-“¿Quién empaquetó hoy tu paracaídas?”
___
Porque necesitamos de muchas personas ayudándonos a saltar al vacío cada día. Necesitamos de la familia y amigos para sentirnos fuertes emocionalmente; necesitamos de nuestro equipo de trabajo (desde el primero hasta el último) para que el resultado final sea satisfactorio; necesitamos de ese humilde tendero o de ese panadero, de ese camarero de la cafetería que a media mañana nos sirve un delicioso café para continuar con nuestro día…
Y a veces, muchas, ni siquiera reparamos en ello. No nos damos cuenta de que el césped del jardín de al lado de nuestra casa está recién regado o de que hoy la calle huele mejor porque el panadero está horneando el pan.
En ocasiones, estamos tan pendientes de los desafíos diarios a los que nos enfrentamos que se nos olvida que no estamos solos, es más, que solos no podríamos conseguir superar esos retos que nos hemos marcado.
¿Quién ha preparado hoy mi paracaídas? ¿Le he dado ya las gracias? ¿Le he sonreído? ¿He sido consciente de lo mucho que me aporta su presencia? ¡Porque se trata de eso!, de adquirir conciencia de lo necesarios que son los que nos rodean… ¡sólo con ellos podemos atrevernos a saltar…!
L.Galindo