miércoles, 5 de agosto de 2015

Pequeño manual del reprimido.

El loco de la vía, nació en plena era del confort a crédito. El auto, el piso, la heladera, las pantuflas, las desinformaciones del periódico, el Mercachifle de un televisor, que invariablemente a diario en cada casa abre su valijita de sorpresa, como aquellos charlatanes callejeros de sonrisa canallesca y la serpiente al cuello. Dentífricos que curan el pie plano, que hacen crecer enanos. Desodorantes que incitan al amor, que salvan la pareja. Detergentes que quitan cualquier mancha, aún las de conciencia. Jabones para el cutis de la estrella oportunista, usted puede ser como ella, pásese por el cutis el talento. La juventud que ve la vida color rosa, gracias a una chispa de gaseosa. Cigarrillos, rubios, verdes, amarillos, de todos los colores, menos rojos o negros, que hacen mal a los pulmones del vaquero de sonrisa de costado o que allá en las rocallosas, entre cactus, coyotes, y musiquita de violín desafinado, nos convence que morir, por morir intoxicados, lo hagamos con tabaco americano.

Fútbol, fútbol y más fútbol. Declaraciones del hipócrita de turno y más fútbol otra vez.

El figurín de moda que con voz espasmódica y gestos relamidos, nos muestra las islas del Pacífico, como marco a sus canciones virginales. Curas que nos dicen que hay que tener paciencia que hay que poner la otra mejilla, hasta que nos vuelvan idiotas a sopapos, habrá que seguir esperando de rodillas.

Ya es el fin. El fenicio cierra su maleta y como despedida nos muestra la careta sonriente del que manda, entre los pliegues de la bandera y los triunfales acordes del himno de la patria.


Rafael Amor




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